sábado, 9 de julio de 2011

Etapa 1 - de Sarria a Portomarín

Nada más llegar a Sarria la noche anterior empieza a llover. Salimos de Sarria hacia las 9.00h por la parte de atrás de los mercedarios y así andamos los 22 Km que nos separan de Portomarín, con una constante lluvia que en ocasiones llega a ser muy fuerte. 

La lluvia nos hace estar más atentos al camino y prestar menos atención al paisaje. En mi caso llego a necesitar tres ponchos para recorrer esta primera jornada. Cada pocos kilómetros estaba mi poncho tán húmedo por dentro como por fuera. Ya no sabía si era que el agua lo traspasba o que mi sudor había empapado la parte interior. En el primer centro de atención al pelegrino, después de recorrer los primeros 5 Km, me saco el poncho y ya no se sabe qué parte es la de fuera y cuál la de dentro. Están igual de empapadas. En fin, compro aquí otro poncho y volvemos al camino.

La cortina de agua continua, y nosotros también. En esta primera etapa nos encontramos algún chiringuito o bar casi cada 5 km. Con esto puedo ir alternando los dos ponchos, hasta un punto en que los dos están ya inservibles. Justo entonces, en el camino y en medio de un bosque, vemos un cartoncito clavado a un árbol, y escrito con pintalabios anuncia que "hay palos y fresas". Hay que ver, que especialización!
;-)

Y efectivamente, a pocos metros aparece una granja y una campesina bajo la lluvia con un paraguas ofreciéndonos palos para caminar o fresas que son de su huerta y están muy buenas. La verdad es que caminamos sin palo y estamos muy a gusto sin él. El terreno no es nada escarpado y no se hace realmente necesario. Un palo sería aquí más un estorbo que una ayuda. Pero yo no puedo evitar decir que ni palos ni fresas pero que si tienen algun poncho pues... y dicho y hecho, abre la portezuela de un anexo de la granja y me saca un poncho, el último que tenía, made in Korea, de color fuxia y con visera.


Y claro, mis compañeros venga a hacer broma, que si parezco la gallina caponata y que si como mínimo el poncho debe ser radioactivo. Sí, sí, es el poncho más horroroso que he visto nunca pero el muy puñetero ha sido el que mejor se ha portado.

Por suerte, aunque con los pantalones y el calzado empapados, el gore tex ha cumplido y los pies están secos.
                                                        


Finalmente llegamos a Portomarín, que nos recibe con una preciosa gran escalinata como para acabarnos de matar de cansancio después de la caminata. Pero vale la pena. Creo que es el pueblo más precioso de todos los que veremos en estre trayecto, elevado a orillas del Miño donde éste se ensancha grandemente y con vistas expectaculares al cañon del meandro que crea aquí el río.









Iniciaremos ahora un ritual diario en cada etapa. Llegar al destino rondando las 16.00h, a veces las 17.00h, donde nos dan de comer sin problemas, siesta, ducha y vuelta por el pueblo con gintonic al anochecer, antes de la cena. Y como nuevos! Sí, señor!









Aquí en Portomarín visitamos la iglesia de San Juan y asistimos a la Misa del Pelegrino.